César Martín Ortiz
(1958-2010)
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Interior lisboeta 1980
La República son unas negras correas y unas botas negras.
Dona Alice las pule, las frota, relucen con brillo elegante y
gracioso.
La República es una gorra gris con un galón dorado.
El guardia, de pie en la terraza trasera, de pie en la
cocina se toma un café.
Dona Alice se lo ha preparado en un blanco puchero de loza.
Dona Alice abrillanta botones con un trapo sutil
y un producto químico que saca de un frasco especial.
Los hombros del guardia son redondos y rojos igual que su
calva.
Redondos y rojos. Está en camiseta sin mangas.
La República es una guerrera con muchos botones dorados.
Dona Alice los frota amorosa, les echa el aliento. Sus dedos
tan finos.
Los hombros redondos y rojos del guardia que toma café en la
cocina,
el café, el cigarrillo después. La República es ese cepillo
que los dedos delgados tan suaves deslizan por el paño gris.
La República es esa blancura impoluta de la camiseta y de
los calcetines.
DonaAlice los lava, los seca, los plancha a diario con amor incesante.
Sus dedos finísimos.
El hombre que fuma y que toma café tiene el pecho de un
toro.
Rojo vello se asoma al escote de su camiseta.
Dona Alice es delgada, morena, tiene algunas canas, un vestido
negro; puede que sea viuda.
Por la noche sus dedos delgados, morenos seguirán frotando,
deslizándose como culebrillas por el pecho frondoso del
hombre que toma café,
frotando, puliendo, tan dulces, mojados en líquidos suaves,
mientras los tranvías que bajan suicidas Calçada da Estrela
chasquean con dedos de hierro gigantes, torcidos, la noche de
agosto
y lanzan al cielo chispazos violentos como flores de orgasmo.
César Martín Ortiz, Cien centavos, Baile del Sol, Tenerife, 2016. Pág. 103-104.