Maria Gabriela Llansol
(1931-2008)
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[DIARIO, 1979]
Lo que vivimos, lo colocamos en los sueños que tenemos. Me quedé dormida y tuve un sueño:
viajo
en un tranvía, en Lisboa, y reconozco, poco a poco, al hombre sentado a mi
lado; pero su presencia me parece muerta, o distante. Con el tiempo, sin
acontecimientos que puedan describirse, yo, el hombre, y su mujer, nos hacemos
amigos. Estoy contenta por haber vencido mi repugnancia a establecer
relaciones, y de disfrutar con aquel encuentro. También en la casa de la calle
Domingos Sequeira se dieron cuenta de que salgo muchas veces. (pág. 18)
[DIARIO, 1983]
Desde la plaza Camões hasta la
calle Domingos Sequeira, siguiendo por la línea del tranvía, recapitulo mi
primera geografía, incluso la de las piernas menudas, que ni siquiera eran
capaces de vencer aquel camino tortuoso a pie. Qué hermoso es hoy este camino
modesto, de tienda arcaicas, que evocan aún gustos rurales y descubrimientos de
aldea. Nada más llegar a Lisboa, en un paseo corpóreo meditativo, enlazo los
dos puntos uno al otro, y realizo la primera dislocación con sentido. Ahí me
constituí, y aquel viaje que hacía con mi madre al centro, en tranvía, casi
siempre para comprar tejidos y vestuario, artículos de mercería, botones e
hilos, es mi viaje ancestral, la jovencita de la que la que me liberé. (pág.
137)
Maria Gabriela Llansol, Um falcão no punho; Relógio d'Água, Lisboa, 1998. [Traducción JAC]