TRANVÍA FANTASMA
No
pasará el tranvía por aquí, recuerda que pensó. Aun a pesar de que por la
mañana, en esa misma esquina de la calle Trindade, subiera en un vagón con tos
ferina que le llevó a otro extremo de la ciudad desierta.
Porque así fuera exactamente, de ese modo —vacía,
desolada—, como vino a encontrarse la ciudad.
Aguardaba, no obstante, a que el milagro del tranvía surgiendo sucediese. Y cuando oyó, por fin, la campanilla comenzó el hundimiento. Igual que si viniera a repetirse el mismo y recordado— terremoto.
Aguardaba, no obstante, a que el milagro del tranvía surgiendo sucediese. Y cuando oyó, por fin, la campanilla comenzó el hundimiento. Igual que si viniera a repetirse el mismo y recordado— terremoto.
Por
suerte, no hubo tal. Era el despertador. Lisboa, ese sueño, también amanecía.
ANTONIO DEL CAMINO